El agua se le escurría entre sus redes. Los aparejos más complicados no podían solucionarlo. El río seguía inmutable, estanco y burlón. El agua transitaba indiferente, surcando libre entre sus dedos.
Los años pasaban y la vida del pescador de agua se desvanecía. Fluía entre sus dedos intentando dar con la forma de pescar agua.
Allá en lo más alto, acumulando pátinas de polvo en el desván de mi memoria, inspirados entre vapores de naftalina, hoy insisten en salir a morder la luz. Son mis relatos.