INSTRUCCIONES PARA VOLVER A LA INFANCIA (II)

Cuentan los pocos escritos de la época de las migraciones al Hemisferio Sur, que existe una fórmula para volver a la infancia. Cuentan los más sabios del lugar que todo empezó en 1783, con aquel viajante parisino que completaba la ruta del Marfil año tras año.

Un buen día después de afeitarse en el hotel de Namibia en el que siempre se hospedaba, al destapar el tapón del lavabo observó como el agua desparecía en un remolino de manera distinta a la habitual. Repitió el experimento una y otra vez. El agua giraba en contra de las agujas del reloj. Consultó la hora y vio como sus agujas también iban hacia atrás. La melodía también había cambiado, ya no era un tic toc. Ahora era un toc tic. Era una señal.

Ansioso por el devenir de los hechos se miró en el espejo. Algo insólito le ocurría. Le empezó a crecer el pelo, desaparecer la barriga. Se puso a chapotear con el agua. Llamó a la recepción para que le subiesen treinta tartas de chocolate y nata. Se puso a saltar en la cama y a hacer una guerra de almohadas contra la escultura que le miraba asombrada. Antes de que el chico le subiese su goloso encargo cayó rendido en la cama. Tenía sueño. Estaba muy cansado. De pronto empezó a llorar. Echaba muchísimo de menos a su mamá.

La historia viajó de vuelta con él a París. Sus hijos no podían creer lo que les contaba ahora su padre. Pero le admitieron de lleno en sus juegos de almohadas.

LA PLUMA QUE NO PODIA DEJAR DE BEBER

Érase dos veces un borracho.

MENDIGOS DE AMOR

Tengo más sueño que el hambre de tu vagabundo recuerdo. Recorre mis noches pidiendo una limosna para seguir despierto. Comprensibles en un tiempo, no continuarán alimentado las cicatrices de mi memoria. Los lunes duermen mendigos de amor.

GIRASOLES DE LUNA

La noche se recogía tibia, al calor de las hogueras, al crepitar de las conversaciones. La oscuridad se cernía sobre mí pausadamente alejándome paso a paso de la ciudad.

Recuerdo nítidamente la fecha, 22 de agosto de hace dos años y el firmamento insistía en descubrírse cuajado de girasoles refulgentes. Flores esplendorosas girando alrededor de los dictados de luna. Aullaban cánticos de tristeza. Alaridos quejosos que mordían el viento, que lo ahuyentaban para procurar un mejor abrigo a mis pensamientos. Todas a coro rogando y apareció ella. Majestuosa, con su traje de cola, hipnótica y serpenteante. Apareció fugazmente de la nada. Se paró y me clavó su mirada. Penetrante. Rápidamente trabó amistad con la descarnada melodía que emborrachaba mis adentros. Como un padre ante las primeras palabras de un hijo, paladeó gustosamente la canción trenzada con los acordes incluidos en mis tres primeros deseos.

Mi yo adulto no creía en estrellas, tampoco en deseos. Aún así, le pedí una cosa.

Hoy es el día que mis pensamientos aletean en torno a ese encuentro. Hoy es el día en el que el primer deseo me ha sido concedido. Hoy creo en su existencia. Hoy creo en aquella estrella. Le dije que me gustaría volver a verla. De forma natural, sin tener que buscarla. Hoy la he visto, me ha guiñado un ojo, me ha susurrado su mirada, se ha cruzado de nuevo en mi vereda, por fin, me ha dejado acariciarla. Hoy de nuevo baten mis alas de impaciencia.

HERIDAS DE MUERTE LAS PALABRAS

Siento esta noche heridas de muerte las palabras. Siento esta noche desguazadas las vocales. Siento cómo avanzan por el sendero de la desesperación, los ríos de tinta. Siento sus gritos, su horror. Siento el susurro de su hálito de voz mordiendo al viento. Siento su furia al estrellarse en el averno. Siento las cicatrices en el alma de este folio que llora por sus antiguas compañeras. Siento cercana la existencia de un punto y final. Siento como se desnuda clandestina la muerte, sexy, hipnótica… Siento como el peso de lo sucedido empuja hacia mis adentros al escritor que hubo en mí. Siento que ya mis palabras no sienten y que no tiene sentido seguir escribiendo. Siento que no siento.

DE MAYOR QUERIA SER EXTRANJERA

Nació con un anhelo, de mayor quería ser extranjera. Ser una gran desconocida para muchos y pasar desapercibida a los ojos del resto.

En situaciones como la de aquella noche es cuando le visitaba de nuevo esa idea. Allí estaban. Todos concentrados en el regalo que descansaba solemne junto al resto de herencias del Dr Nuñez. La familia al completo, amigos y no tan amigos esperaban ansiosos clavándole su mirada. Eran las dos de la mañana y la lluvia golpeaba fuerte en sus emociones.

Elena la eterna adolescente, la viajera incombustible no se contenía de emoción. El batir de alas de su impaciencia se intensificaba por minutos.
Justo en el momento en el que se dispone a abrir el regalo sucede.

Tira del lazo y comienza a deshacerse su figura. A deshilacharse. Poco a poco. Primero los pies, pantorrillas, rodillas. Asustada se detuvo justo en el momento en el que los últimos dobleces del papel se descubrían. Cuando sus caderas se escurrían y se confundían con los restos del papel de regalo. Por mucho que intentara detenerse no podía. Sus manos avanzaban desenredando el lazo haciendo caso omiso a sus órdenes.

Poco lazo quedaba por desenredar y poco era lo que quedaba de Elena. Desmadejada casi por entera tuvo aún tiempo para contemplar perpleja lo que contenía su regalo.

Una nota manuscrita de su abuelo y decía así:

Ya eres mayor mi querida nieta. Quería que en este día tu gran anhelo se viese cumplido. No podría perdonarme el abandonarte, realizar este viaje sin ti, a ese mundo extranjero del que tanto habíamos hablado.

Esta semana te cuento

  • "Funnes el memorioso" J. Borges
  • "El barco de los adioses" P. Neruda
  • "Alegría del cronocopio" J. Cortazar
  • "Splassshf " Quim Monzó
  • "Fábulas de la oveja negra" Augusto Monterroso

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